El silencio que se instala en la habitación después de las palabras de Anastasia es tan pesado que se siente como un grueso y frío cristal que podría romperse en cualquier momento. Layeska se queda quieta en su lugar, observando a Anastasia con los ojos abiertos de par en par, su respiración pasando de tranquila a ser entrecortada y en sus labios comienza a hacerse presente el temblor de quien contiene sus lágrimas.
Poco a poco, la sonrisa que hasta hace unos instantes iluminaba su rostro comienza a desvanecerse, dando paso a un gesto de confusión y profunda tristeza. Sus ojos que ante brillaban con ilusión, ahora lo hacen con las lágrimas no derramadas, es claro que aún está luchando por entender lo que acaba de escuchar de la voz de la mayor.
Anastasia lo nota de inmediato y, conmovida y preocupada ante su reacción, se apresura en extender su mano hacia ella, queriendo tomarla entre sus brazos, queriendo darle el consuelo y la seguridad sabe necesita en ese momento.
—Layeska…—