Las luces de la ciudad parpadean a través del parabrisas mientras el auto avanza por las calles en dirección a la estación de trenes. Grigori mantiene ambas manos firmemente en el volante, los nudillos levemente tensos mientras suelta un suspiro frustrado y bajas maldiciones.
—Dmitry es un completo idiota… ¡carajo! —masculla, manteniendo la vista en la carretera—. ¿Cómo demonios pudo olvidar los boletos del tren cuando yo mismo le recordé que los metiera en su chaqueta? ¡Se lo repetí hasta el cansancio!
A su lado, en el asiento del copiloto, Arman escucha sus quejas en total silencio.
El peli negro bosteza y se estira perezosamente antes de girarse un poco hacia él para verlo mejor.
—Tal vez con las prisas simplemente lo olvidó —dice en un tono somnoliento, frotándose los ojos con el dorso de la mano mientras intenta mantenerse despierto—. Son cosas que suelen pasar.
Al escuchar el intento de Arman por justificarlo, Grigori le lanza una mirada de incredulidad antes de regresar la vis