Dmitry está sentado en uno de los individuales de mimbre, con la mirada perdida en la oscuridad del campo que se extiende más allá del porche. A pesar de la alta hora de la noche, el aire nocturno se siente fresco. En el porche trasero de la hacienda, la luz tenue de las lámparas exteriores crea un ambiente cálido y acogedor, muy a pesar de la ligera brisa que sacude las hojas de los árboles cercanos.
El murmullo lejano de los grillos y el suave crujido de la madera bajo los pies de Vera son los únicos sonidos que rompen el silencio mientras ella se acerca con paso tranquilo hasta donde él se encuentra.
En una de sus manos sostiene una taza de café, aún humeante. Dmitry no parece notar la presencia de Vera sino hasta que ella se detiene a su lado y, con un gesto amable, le tiende otra taza humeante.
—Aquí tienes —dice con voz suave mientras le ofrece una ligera sonrisa.
Al escuchar su voz, Dmitry levanta la vista y la observa por un instante antes de aceptar la taza con una leve inclin