El murmullo de la fiesta queda lejos en el fondo, mezclándose con la música y las risas de los invitados, pero en este momento, aquello es lo de menos.
En un rincón apartado del jardín, Layeska corre de un lado a otro entre los arbustos con los ojos brillantes de emoción, intentando atrapar las diminutas luces que revolotean a su alrededor.
—¡Ven aquí! ¡Déjate atrapar! —susurra, dando pequeños saltos y alzando las manos en un intento de cerrar los dedos alrededor de una luciérnaga.
Pero las pequeñas criaturas parecen más astutas y rápidas que ella, por lo que escapan antes de que pueda siquiera atraparlas. Tras varios intentos fallidos, la frustración se dibuja en el rostro de la pequeña y un puchero se instala en sus labios. Está a punto de quejarse cuando una voz infantil, desconocida para ella, e inentendible suena a sus espaldas y capta su atención.
—Lo stai facendo nel modo sbagliato. (Lo estás haciendo de la manera incorrecta.)— dice de forma amable mientras una sonrisa se dibuj