Inculpada por un asesinato que no cometió y sobreviviente de un brutal intento de homicidio que destrozó su rostro, Anastasia ha aguardado pacientemente durante siete largos años. Con una nueva identidad, regresa para ejecutar su venganza y recuperar lo que le pertenece. Dmitry, un hombre envuelto en sombras y con un pasado tan oscuro como el de ella, comparte el mismo enemigo. Lo que empieza como una alianza por venganza pronto se convierte en una atracción inevitable. Sin embargo, Dmitry guarda un secreto que podría destruir todo lo que están construyendo juntos. Cuando la verdad salga a la luz, Anastasia deberá tomar una difícil decisión: ¿es la venganza suficiente para sanar sus heridas, o el amor que ha encontrado en Dmitry es más fuerte que el odio que los unió?
Leer más༺ Abrau-Dyurso / Rusia. ༻
༻ Siete Años Atrás. ༺ ¿Cómo es que todo esto había podido pasar? Anastasia apenas siente el frío metal de las esposas rodeando sus muñecas. Las luces de los flashes la ciegan una y otra vez, pero no de la manera que ella lo había soñado. El vestido de encaje blanco que eligió con tanto cuidado, que debía ser el símbolo de su felicidad, ahora está cubierto de manchas intensamente rojas. La sangre, la misma sangre que cubre sus manos, tiñe de carmesí la tela inmaculada. Su mente no puede procesar lo que está sucediendo; unas horas atrás, estaba riendo, emocionada por su nueva vida, por el futuro que iba a compartir con el hombre que amaba. Ahora, todo lo que queda es el eco sordo de su respiración entrecortada, su mirada vacía y el caos a su alrededor. —¡¿Señorita Ivanova?! ¡Anastasia! —grita uno de los periodistas mientras las cámaras estallan a su alrededor, como si el horror frente a ellos fuera solo otro espectáculo para cubrir. Ellos no ven lo que ella ve. No pueden entender lo que está pasando. Todo sucede demasiado rápido. Los oficiales la arrastran fuera de la iglesia, las manos temblorosas y sujetas al frente, casi buscando darle más espectáculo al círculo que se muestra a sus ojos, y el ruido ensordecedor de los reporteros que corren para capturar la imagen perfecta del escándalo que acaba de estallar. Anastasia está en silencio, perdida en sus pensamientos, incapaz de unir las piezas de la pesadilla en la que se ha sumido. Todo lo que ve son las manchas de sangre en sus manos y su ropa. Siente cómo las lágrimas se acumulan en sus ojos, pero no puede llorar. No ahora. Cada flash es un latigazo a sus sentidos, una bofetada a la realidad. Esto no debía ser así. Este debía ser el día más feliz de su vida. En ese momento, ella debería estar saliendo de la iglesia sonriente, del brazo del hombre que había soñado amar para siempre, caminando hacia una vida que parecía prometida. —La boda del año—, así es como se supone todos lo llamarían. Pero ahora, los titulares que debían celebrarla, solo la estarán condenando. Asesina. Esa palabra se cierne sobre ella como una sombra que amenaza con llevarla a la locura y la oscuridad más profunda. Pero ella no lo hizo, nunca podría hacer algo así, y no puede creer que exista alguien capaz de pensar que, si lo es. Los susurros entre los periodistas se convierten en murmullos audibles: —¡Mató a su padre!, —¡¿Cómo pudo asesinarlo en la iglesia! — A medida que avanza el peso de esas palabras aplasta su pecho, haciendo que cada respiración sea más dolorosa, más agónica. De pronto, mientras la sacan definitivamente del recinto, una figura familiar rompe entre la multitud. Su madre. El rostro de la mujer está destrozado por el dolor, sus ojos desbordados de incredulidad, incapaz de aceptar lo que ve ante ella. —Mama…—susurra bajamente, como quien despierta de un letargo. Cuando la ve derramar su llanto, entonces es cuando todo se vuelve real, cuando finalmente despierta de su letargo mental—. ¡Mamá! —grita, su voz rasgada por la desesperación. Intenta liberarse de los oficiales, pero estos la sujetan con más fuerza. Siente el miedo y la incomprensión arremolinarse en su pecho como un torbellino. Su madre no dice nada. Está paralizada, su mirada fija en la hija que creía conocer. En la hija que, según las voces constante a su alrededor, repiten que acaba de asesinar a su propio padre. Anastasia ve la duda en sus ojos, una duda que la destroza más que las acusaciones de los reporteros, más que las palabras de los oficiales, más que la realidad. —¡Mamá!¡Mamá, te juro que soy inocente! —grita de nuevo, más fuerte esta vez, su voz quebrándose al final. La desesperación en su tono es evidente, pero nadie parece escucharla. Los oficiales la empujan hacia la patrulla con más urgencia. Su rostro volviéndose, buscando a su madre quien está quedando detrás, buscando esa mirada que le diga que le cree, que tiene fe en ella. Su respiración se vuelve más errática a medida que la imagen de su progenitora se pierde en el mar de personas y cámaras a su espalda, rostro que parecen regocijarse en su dolor y desespero. Sus manos manchadas de sangre tiemblan mientras intenta comprender cómo llegó a estar aquí. No entiende por qué la están deteniendo, por qué todos la miran como si fuera un monstruo. Su padre... su padre está muerto. Ella lo vio. Lo vio desplomarse frente a ella. Pero no fue su culpa. No pudo haberlo sido. Aun cuando sus manos llenas de sangre sigan lo contrario. Aun cuando ese cuchillo que es el arma homicida estuviera en su mano, sentenciándola. Mientras la suben al coche patrulla, su mente sigue gritando. Las imágenes de ese fatídico momento en la iglesia no paran de repetirse como un bucle del que no puede salir, pero del que tampoco puede sacar nada claro. El ruido sordo del cuchillo al romper la piel y dejar salir la sangre. El grito desgarrador del sacerdote al verla. La sangre que se esparce por el mármol blanco del altar. —¡Soy inocente! —sigue gritando, esta vez golpeando las ventanas del coche con sus manos ensangrentadas. —¡No lo hice! ¡Por favor, mamá! ¡Créeme! ¡Por favor! ¡Yo no lo hice! Pero sus palabras parecen disiparse en el aire frío. Afuera de ese estrecho espacio, los periodistas siguen tomando fotos, capturando cada instante de su ruina. Los titulares del día siguiente ya están escritos: —Novia convertida en asesina: tragedia en la boda del año. — Nadie escucha sus gritos, nadie parece creerle, ni siquiera su propia madre, cuya expresión de dolor la atormenta mientras el coche arranca y la iglesia y todo aquella dantesca escena queda atrás. Anastasia se desploma en el asiento trasero, las esposas apretando sus muñecas con una frialdad que le corta la piel. Las lágrimas finalmente comienzan a caer, silenciosas, mezclándose con las manchas de sangre seca en su rostro. Mira sus manos, todavía empapadas del rojo líquido que una vez perteneció a su padre. Y en ese momento, algo dentro de ella se quiebra. No puede entender cómo su vida ha cambiado tan brutalmente en cuestión de horas. Todo lo que amaba, todo por lo que había vivido, ha sido destruido. —Soy inocente... —susurra por última vez, pero su voz apenas es un murmullo. Nadie la escucha. El coche avanza por las calles del pueblo mientras Anastasia observa cómo la vida que conocía se aleja. Sabe que todo ha cambiado. Y mientras los oficiales la llevan lejos, lo único que llena su mente es una certeza que la consume por completo: ella es inocente. ༺ ༻ ༺ ༻ ༺ ༻Mientras un tranquilo silencio llena todo el espacio, la luz tenue de la habitación resalta el perfil de Dmitry mientras este se mantiene sentado en el borde de la cama, con el ceño ligeramente fruncido y la mandíbula tensa por el dolor que aún late en su labio partido. Anastasia se encuentra entre sus piernas, de pie frente a él, mientras humedece un algodón con alcohol antes de acercarlo a la herida con un suspiro resignado.—Esto va a arder un poco ¿de acuerdo?—advierte con una pequeña sonrisa mientras coloca su mano libre en la mejilla de Dmitry.—Dudo que sea peor que el golpe de Grigori —bromea Dmitry, manteniendo la vista fija en ella mientras la toma por la cintura para mantenerla cerca.Anastasia no puede evitarlo y le lanza una mirada de advertencia antes de presionar con suavidad el algodón contra la herida de su labio. Dmitry respira hondo, sintiendo el ardor, pero ni siquiera parpadea o deja salir una ligera queja. En cambio, sigue observándola con esa mirada intensa que
La puerta de la casa se abre de golpe cuando Grigori entra sin detenerse a mirar a nadie. Su rostro refleja pura irritación, y su andar decidido y furioso deja claro que no está de humor para escuchar explicaciones ni disculpas.Ante su tempestiva entrada, las conversaciones que se desarrollan en la sala, se detienen al instante. Todos en la estancia giran la cabeza para verlo avanzar con paso firme. Saben que deberían esperarse una reacción intensa de su parte, pero lo que no imaginan es lo que está a punto de suceder.Dmitry, se coloca de pie junto al verlo.—Por fin llegas —dice con una leve sonrisa.Pero la respuesta que recibe es un puñetazo directo en el rostro que lo hace retroceder y tambalearse.Un jadeo colectivo llena la sala. Un segundo de silencio absoluto se instala en la estancia antes de que el caos amenace con estallar.—¡Grigori! —exclama Anastasia, acercandose a su esposo.Pero Grigori ni siquiera la escucha. Su atención está completamente enfocada en Dmitry, quien
Al salir de la estación de trenes, Arman y Grigori son recibidos por el sol del mediodía que brilla intensamente sobre ellos. Después de un viaje de seis horas encerrados en una cabina con aire acondicionado, el calor que los cubre se siente reconfortante y la ligera brisa que sopla les ayuda a despejar un poco la somnolencia del viaje. Ahora que han descansado durante el trayecto, ambos pueden asegurar que sus ánimos están más calmados, aunque la incomodidad de estar en otro país sin maletas, sin sus billeteras y sin documentos sigue rondando en la mente de Arman.—Dime que al menos tú tienes algo de dinero escondido en algún lado — dice mientras observa a Grigori, dejando que su ceño se frunza un poco motivado por la preocupación.Por su parte, Grigori escucha la pregunta de su novio mientras bosteza y se estira un poco buscando terminar de desperezar su cuerpo antes de encogerse de hombros.—Si supiera que íbamos a terminar secuestrados en un tren, y varados en otro país quizás ha
Las luces de la ciudad parpadean a través del parabrisas mientras el auto avanza por las calles en dirección a la estación de trenes. Grigori mantiene ambas manos firmemente en el volante, los nudillos levemente tensos mientras suelta un suspiro frustrado y bajas maldiciones.—Dmitry es un completo idiota… ¡carajo! —masculla, manteniendo la vista en la carretera—. ¿Cómo demonios pudo olvidar los boletos del tren cuando yo mismo le recordé que los metiera en su chaqueta? ¡Se lo repetí hasta el cansancio!A su lado, en el asiento del copiloto, Arman escucha sus quejas en total silencio.El peli negro bosteza y se estira perezosamente antes de girarse un poco hacia él para verlo mejor.—Tal vez con las prisas simplemente lo olvidó —dice en un tono somnoliento, frotándose los ojos con el dorso de la mano mientras intenta mantenerse despierto—. Son cosas que suelen pasar.Al escuchar el intento de Arman por justificarlo, Grigori le lanza una mirada de incredulidad antes de regresar la vis
El murmullo de la fiesta queda lejos en el fondo, mezclándose con la música y las risas de los invitados, pero en este momento, aquello es lo de menos.En un rincón apartado del jardín, Layeska corre de un lado a otro entre los arbustos con los ojos brillantes de emoción, intentando atrapar las diminutas luces que revolotean a su alrededor.—¡Ven aquí! ¡Déjate atrapar! —susurra, dando pequeños saltos y alzando las manos en un intento de cerrar los dedos alrededor de una luciérnaga.Pero las pequeñas criaturas parecen más astutas y rápidas que ella, por lo que escapan antes de que pueda siquiera atraparlas. Tras varios intentos fallidos, la frustración se dibuja en el rostro de la pequeña y un puchero se instala en sus labios. Está a punto de quejarse cuando una voz infantil, desconocida para ella, e inentendible suena a sus espaldas y capta su atención.—Lo stai facendo nel modo sbagliato. (Lo estás haciendo de la manera incorrecta.)— dice de forma amable mientras una sonrisa se dibuj
Todos se mantienen en silencio mientras escuchan al sacerdote dar las bendiciones correspondientes al matrimonio, seguidas de las palabras de aliento y consejo sobre cómo sobrellevar los momentos difíciles que se pueden presentar en la relación y donde mejor tienen que hacer gala del amor que se profesa para lograr salir adelante y mantenerse juntos.Ya hacia la parte final de la ceremonia, el sacerdote se aclara la garganta con solemnidad y les dirige una cálida sonrisa.—Ahora, los novios pueden proceder con sus votos.Al escuchar esas palabras, Anastasia y Dmitry se miran, sus manos se buscan y se entrelazan con firmeza. En el instante en que sus ojos se encuentran, el mundo exterior se desvanece. Todo el nerviosismo, la tensión, la ansiedad de los días previos, desaparecen como si nunca hubieran existido, al igual que todo lo demás. En este momento solo son ellos dos.Tras un ligero asentimiento de cabeza como acuerdo mutuo, Dmitry es el primero en hablar.—Anastasia… —comienza. S
Último capítulo