C94: Es insignificante.
Askeladd había llegado a su estudio, cerrando la puerta detrás de sí y avanzando hasta el escritorio. El mobiliario estaba dispuesto con una pulcritud casi militar: los documentos perfectamente alineados, la pluma apoyada sobre un tintero de cristal, y los sellos reales ordenados por jerarquía.
Se sentó en su butaca de respaldo alto y desplegó uno de los pergaminos que aguardaban sobre la superficie. Su mirada, penetrante y concentrada, recorría cada línea con la paciencia de un hombre acostumbrado a lidiar con cifras, informes y estrategias, consciente de que en aquellos papeles reposaba la estabilidad de su reino.
De pronto, un golpe suave sonó en la puerta. Askeladd levantó la vista, dejando a un lado el documento.
―¿Quién es?
La respuesta llegó al instante, en un tono respetuoso y conocido.
―Soy yo, Gran Alfa. Ragnar.
Askeladd no dudó.
―Entra ―ordenó.
La puerta se abrió y Ragnar entró para luego inclinar la cabeza en señal de respeto antes de hablar.
―El Delta Azhren está en cami