C54: El castigo más cruel.

Azucena permaneció unos instantes inmóvil, con el cuerpo todavía estremecido por lo que acababa de suceder. Tenía los labios entreabiertos, su pecho subía y descendía con respiraciones agitadas, su piel estaba encendida y la intimidad humedecida, como si aún ardiera en un fuego que no encontraba salida.

El deseo seguía recorriéndole cada fibra, vibrando en ella, aunque no había llegado a consumarse nada. Estaba aturdida, como perdida entre la sorpresa y la necesidad. Por tanto, no respondió de inmediato a las palabras que Askeladd le había dirigido, y el silencio invadió la alcoba.

Al ver que ella no decía nada, Askeladd volvió a hablar.

—Azucena.

El simple hecho de escuchar su nombre en labios de él la sobresaltó. Sintió un estremecimiento que recorrió su espina dorsal. No estaba habituada a que Askeladd la llamara de esa manera, con tanta familiaridad y firmeza.

Sin embargo, lejos de incomodarle, la sonoridad de su nombre en aquella voz despertó en su interior un cosquilleo nuevo, u
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