C22: Absolutamente nadie que no sea yo podrá tocarte.
El Alfa condujo a Azucena hasta la habitación que ya estaba destinada a ser la de ella. Al llegar, no mostró la más mínima delicadeza en el gesto de hacerla bajar; simplemente se agachó un poco y, balanceando su cuerpo, facilitó que las piernas de Azucena se deslizaran suavemente hacia el suelo. Sin embargo, ella no logró mantener el equilibrio, y al tocar el piso terminó desplomándose con cierta torpeza.
A pesar de ello, no tardó en recuperar la postura, incorporándose mientras se sacudía la ropa.
—Gracias, Rey Alfa.
En ese momento, Askeladd se transformó en su forma humana y se acercó con una presencia aún más imponente. Sin mediar palabra, tomó con firmeza la barbilla de Azucena, un contacto inesperado que la sobresaltó por su intimidad y autoridad. Sus dedos le hicieron girar la cabeza primero hacia un lado y luego hacia el otro, como si quisiera examinar con detenimiento las heridas que marcaban su rostro. Los arañazos y moretones eran evidentes, testigos mudos del sufrimiento re