92. LA PESADILLA DE CLÍO
Después de entrar a mi habitación, me despojo de toda la ropa, me pongo un pijama largo y me meto en la cama, quedándome completamente dormida. Mi último pensamiento, antes de hacerlo, fue lo que me había hecho Leo en el baño, y una mezcla de sentimientos encontrados me invadió.
No sé cuánto tiempo dormí, lo cierto es que comencé a revivir mi mayor pesadilla, una que hacía mucho que no tenía. Una voz que decía mi nombre, mientras me movía suavemente por el hombro, me despertó aún con la sensación de haber revivido todo de nuevo. Me senté rápidamente, alejándome de él instintivamente, hasta quedar en el extremo opuesto de la cama.
Delante de mí, con los ojos llenos de preocupación y una expresión que no logro definir, estaba Leo. Lo miré todavía con mi corazón latiendo a mil y el rostro empapado de sudor y lágrimas. En un impulso, al verle girar para salir de la habitación sin decirme nada, corrí y me abracé a él desde su espalda, con fuerza, mientras le decía:
— Por favor, no me