Hemos almorzado como si no pasara nada. Sin embargo, mi mente está trabajando a tiempo completo mientras trato de participar en la conversación de todos, que estamos felices porque, al fin, Jenri y Lúa han resuelto sus diferencias o malos entendidos, e incluso se han comprometido. Clío me mira de vez en cuando; yo le sostengo la mirada y le asiento con la cabeza para tranquilizarla, nada más lejos de lo que estoy sintiendo. Hemos decidido que hablaremos con la abuela después del almuerzo, pero yo quiero hacerlo solo.
—¿Por qué no salimos todos al jardín? Los chicos se sentirán felices; está muy lindo el día. Vamos a abrir una champaña para festejar el compromiso de Lúa y Jenri. Eugenia, por favor, arregla todo —ordeno sin esperar respuestas de todos. —Hijos, me van a perdonar —dice la abuela Ada—, tengo que descansar; me he pasado to