Un incomprensible silencio cae sobre la mesa. Las palabras de Leonard flotan en el aire, cargadas de una sinceridad que parece calmar un poco las tensiones. Pero yo, que conozco bien la verdad, no puedo evitar sentir el peso del engaño. Intento no delatarme con un suspiro, mientras juego con el borde de mi copa, buscando una salida a este interrogatorio improvisado que amenaza con hundirnos.
—¿Es cierto eso, Clío? —pregunta Brayan, mirándola fijamente. Nunca le he podido mentir. —Sí, es verdad —aseguro, tratando de que mi voz salga firme—. Leo estuvo todo el tiempo hasta que tuve a Alan; lo dejamos con mi abuela. Le sostengo la mirada, molesta por la forma en que se están comportando. Es como si ambos estuvieran molestos porque tenga novio, y no solo eso; como si no tuviera permiso de su parte para tenerlo. No conocía esta faceta de ellos y me está resultando muy