252. CONTINUACIÓN
Leonard parece no tener prisa. Me abre aún más las piernas y juega con su miembro en mi entrada, mientras muerde con furia mis pezones. Me duele, pero a la vez lanza un torrente de placer por todo mi cuerpo. Jadeo ante el estremecimiento que me recorre. Siento su glande jugar con mi abertura y cómo sus líquidos empapan mi centro al unirse con los míos. No me penetra, y eso me desespera.
—¡Leo…! —lo llamo desesperada ante lo que me hace sentir.
—¿Qué quieres, Clío? ¿No pediste que apareciera el hombre salvaje e inescrupuloso que existe en mí? —pregunta con una sonrisa que me provoca escalofríos—. ¿Todavía quieres ir a esos clubes de hombres que te usarán como ellos quieran y tú no podrás decidir nada?
Lo miro directamente, mi pecho subiendo y bajando ante la agitación que invade cada fibra de mi ser. Mi respiración, entrecortada y agitada, parece sincronizarse con los movimientos pausados y calculados de Leo, quien sigue jugando con mis límites, llevándome al borde de la desesperación