200. EL DESTINO DE CINTIA
Llevo más de una hora discutiendo con mi padre. No puedo entender que me haya hecho eso; me niego a aceptar mi destino. Mi papá me mira furioso, al tiempo que sentencia mi condena, como yo lo siento.
—¡Papá, no me casaré con el viejo ese! —grito en el despacho de mi padre, quien me suelta una bofetada.
—¡Desvergonzada! ¡Me hiciste creer que te habían violado en aquella fiesta! ¡Incluso llegaste a insinuar que había sido Leonard! —me gritaba realmente molesto—. ¡Menos mal que te tenía vigilada y supe a tiempo que él no te había tocado un pelo! ¡Todo este tiempo he estado averiguando cuál de los chicos te había violado para casarlo contigo, y resulta que ahora te agarro ensartada con ese viejo en mi propia casa!
—Pero, papá… —balbuceé, bajando la cabeza, abochornada.
—¡