Mientras Carla y yo nos alejábamos sonrientes, sin hacer nada por ella, porque siempre hemos tenido odio hacia Lyssa, que se creía la dueña de Leonard. Y esta era nuestra oportunidad. Nos dirigimos directo a la empresa de los Castillos.
—Por favor, ¿podría avisarle al señor Leonard que sus amigas Valeria y Carla están aquí? —le pedimos a la recepcionista. Esta oportunidad no podíamos desperdiciarla.La empresa de Leonard y David era una de las mejores agencias de modelos de todo el país. Los grandes diseñadores se disputaban a las modelos de ellos, y nosotras dos queríamos llegar a ser muy famosas.La recepcionista nos miró inexpresivamente, pero se puso de pie para ir a tocar la puerta del despacho de Leonard. Luego nos introdujo en el despacho de la dirección de Leonard. El despacho era amplio, elegantemente decorado, pero no ostentoso. Leonard estaba detr&a