Ella abre la boca para responder varias veces, pero se detiene cuando escucha mi tono cortante. Sus manos descansan sobre su regazo, inmóviles por primera vez en toda la conversación. Y puedo ver cómo trata de encontrar la forma de manipular la situación a su favor.
—¡Qué fáciles ustedes son de engañar! ¿Estás seguro de que son tus sobrinas? ¿Que son hijas de David? —dice, riéndose a carcajadas, pero se le corta la risa al ver a David, rojo de furia, parado en la puerta.La tensión en el ambiente se vuelve casi insoportable. David avanza un paso dentro de la oficina, y el aire parece volverse más pesado con cada movimiento suyo. Su mandíbula está apretada y sus puños cerrados a los costados, temblando ligeramente.—¿Qué acabas de decir, Lyssa? —su voz es baja, peligrosa, y cada palabra parece llevar consigo u