130. DÉJAME HACERTE AL AMOR
Escuché cómo los pasos de Leonard se acercaban a la puerta. Me quedé en silencio, rezando para que se marchara, pero no lo hizo.
—Clío, ¿estás bien? ¿Puedo pasar? Necesito hablar algo urgente contigo —lo escucho del otro lado de la puerta, y mi corazón salta acelerado. Respiro antes de mandarlo a pasar.
—Sí, pasa, Leonard. Estoy lavándome los dientes —trato de actuar normal. —¿Qué cosa es? ¿Es sobre la entrevista?
No obtengo respuesta; solo lo siento acercarse. Lo miro por el espejo, y lo que veo me asusta y me encanta al mismo tiempo. Tengo que tener algo de pervertida. Esa mirada deseosa que me dedica, recorriendo mi trasero, hace que quiera saltarle encima.
—¿Señor Leonard? —Lo llamo así, tratando de que esa manera de tratarlo lo mantenga alejado; sin embargo, causa un efecto contrario.
Se vuelve todo tan morboso y prohibido al mismo tiempo que, lejos de dejar de desearlo, lo hago más. ¿Será por eso que iba a su oficina cada vez que me llamaba, a pesar de saber para qué lo hacía? T