Todo está en penumbras, iluminado solo por la luz de algunas velas, la cama está adornada con pétalos de rosas rojas, lo miro sin entender. Me deposita suavemente delante de la cama, se aleja para tomar dos copas que están burbujeantes en una pequeña mesita. ¿En qué tiempo preparó esto? Me pregunto, aunque al verlo que se acerca extendiéndome una copa, dejo de pensar.

—Señorita Clío —me llama todavía llamando de usted lo que me llama la atención, y le sigo su manera de hacer.

—¿Sí señor Leonard? —preguntó confundida.

Me mira, me vuelve a mirar antes de continuar. Toma aire, su mirada sigue recorriendo mi cuerpo con lascivia. Se acerca a mí, choca las copas. Bebemos un sorbo, luego se inclina y besa mis labios suavemente. Me estremece completamente y ya mi mente comienza a volar, adelantándome a lo que voy a disfrutar. Porque estoy mirando la mirada salvaje de deseo del loco Leo.

—Quiero que me dejes, hacerle el amor, señorita Clío —sonríe al terminar y se pasa la lengua por los l