Brayan apenas puede entender lo que acaba de ocurrir. Mi presencia lo ha sorprendido, como si no hubiera esperado del todo que yo interviniera. Pero su sorpresa desaparece tan rápido como llegó. El hombre que solía admirar, que solía considerar un faro de rectitud, ahora se muestra como un extraño ante mis ojos.
—No es eso lo que quise decir, Clío. Me escuchaste mal —dice Brayan, tratando de retractarse con más tranquilidad de la que esperaba, pero con los mismos ojos encendidos por algo que no sé si es pasión, obstinación o ambas cosas. —No es así. Te escuché muy bien —lo enfrento con firmeza—. ¡Dijiste que estabas seguro, que Alan no es su hijo! ¡Hasta le dijiste que le hiciera la prueba de paternidad! ¿Con qué derecho le pides eso, Brayan?Leonard da un paso hacia mí, colocándose a centímetros de mi h