No quería pensar en lo que había sucedido entre nosotros. Esa explosión de emociones me había dejado extrañamente aliviada. Pero algo muy grande se había despertado en mí: un deseo casi incontrolable de que Leonard me poseyera salvajemente. No podía quitarme de la cabeza las imágenes de nuestra primera vez.
No quería pensar en ello, pero la imagen desnuda de su fuerte y viril cuerpo no salía de mi mente.Cerré los ojos tratando de pensar en otra cosa. Al volver a abrirlos, allí, de pie frente a mí, observándome en silencio, estaba Leonard. ¡Juro que no quería mirarlo! Pero no pude apartar mis ojos de él: la piel dorada cubierta por un vello fino del color de su cabello en sus fuertes brazos; su forma tan varonil de pararse, con sus piernas abiertas, enfundado en aquellos pantalones impecables que marcaban su cintura, sus glúteos, su bulto; seg