La miro cómo responde emocionada; detrás de ella se encuentra un hermoso chico, casi la copia de Martín, que me sonríe con los ojos llenos de lágrimas.
—Libia —me habla Martín—, él es nuestro hijo Manuelito, el que tenías en el vientre cuando te dormiste. —¿De veras? ¿Cuánto he dormido? —pregunto emocionada. —Más de doce años, mamá —responde el chico que al fin se me acerca y me abraza llorando también. Soy feliz, muy feliz. Pero me siento agotada. Otras personas entran en el cuarto que no sé quiénes son. Martín permanece a mi lado con mis manos tomadas; cierro los ojos y vuelvo a dormir. Los abro al sentir una caricia y un olor muy conocidos, junto a su inefable voz. Es mi madre, mi madre. —Libia hijita, Libia… Me llama llorando acar