Era demasiado. Las palabras de papá, el hecho de que toda mi realidad había sido construida sobre una verdad a medias, hicieron que mi cabeza comenzara a dar vueltas.
—Lo hice porque te amaba demasiado como para arriesgarme a perderte —admitió, con lágrimas formándose en sus ojos. Jamás lo había visto llorar, y eso solo añadió más peso a la conversación—. Pero cuando creí que había perdido a tu madre para siempre, unos días después del entierro, Elliot se apareció con la prueba de paternidad. Es cierto, no eres mi hija biológica, pero yo te crié, te inscribí, eres mi hija, Clío. ¡No podía permitir que te llevara de mi lado! Lo miré, buscando en su rostro esa verdad que pudiera darme consuelo. Y aunque había sinceridad y amor en sus palabras, sentía que mi mundo nunca vol