Auren
El amanecer se filtraba por las rendijas de mi ventana cuando decidí que ya no podía seguir fingiendo que dormía. Llevaba horas contemplando el techo de mi habitación, repasando mentalmente el mapa del castillo que había estado memorizando durante días. Los pasadizos secretos, las puertas ocultas tras tapices, los corredores que no aparecían en los planos oficiales... todo aquello que mi padre —el Rey que nunca me reconoció públicamente— había construido para moverse en las sombras.
Me incorporé y me acerqué al pequeño escritorio donde guardaba mis notas. Había dibujado un rudimentario plano basado en mis exploraciones nocturnas y en los susurros de los sirvientes. Según mis cálculos, debía existir un pasaje que conectaba el ala este con las cámaras del consejo real, un atajo que permitiría a alguien escuchar las deliberaciones sin ser visto.
El problema era Kael. El comandante de la guardia del príncipe enemigo parecía tener un sexto sentido para detectar mis movimientos. Desde