Mundo ficciónIniciar sesiónEl reloj de la torre del palacio marcó las once de la noche cuando el lacayo tocó a la puerta de los aposentos de Catalina. No esperó respuesta antes de entrar, como si su privacidad fuera un concepto que había dejado de existir en el momento en que cruzó el umbral de la realeza.
—Su Alteza el príncipe requiere su presencia en la cámara nupcial.
Catalina levantó la vista del libro que había estado fingiendo leer durante las últimas dos horas. Las palabras en la página se habían convertido en manchas borrosas hace tiempo, pero mantener el libro abierto le daba algo en qué enfocar sus ojos que no fuera el vacío de su nueva existencia.
—¿Ahora?
—Ahora—, confirmó el lacayo con una reverencia que no alcanzaba a ocultar la indiferencia en su tono—. Es el día señalado en el calendario de concepción. El







