Capítulo 102.
POV Armando
La selva no perdona. El aire era tan denso que cada respiración parecía fuego entrando a mis pulmones. El barro me llegaba a las pantorrillas, pegajoso, como si la tierra misma quisiera tragarnos antes de llegar al campamento.
Habían pasado tres días desde que pisamos territorio venezolano. Tres días de marchas nocturnas, de dormir por turnos bajo mosquiteros improvisados, de mantener el silencio absoluto, aunque los insectos nos devoraran vivos. No era la primera vez que caminaba en una guerra, pero esta misión era distinta. Aquí no solo estaba en juego mi vida o la de mis hombres: estaba mi familia.
Alias Maduro era más que un enemigo. Era el verdugo de mis padres, el que me arrebató la inocencia y me convirtió en el hombre que soy. Y ahora, verlo en esas fotos con Carla a su lado, vestido de uniforme, me había encendido una rabia que ya no sabía contener.
—Señor —me habló Ruiz, mi segundo al mando—. Los exploradores dicen que el campamento principal está a menos de tres