Capítulo 29. Alina estaba completamente ebria.
Al recibir el rechazo de Alina, el señor Aaron sintió que la sangre le hervía. Su mirada penetrante permanecía fija en la pantalla del teléfono, como si pudiera atravesarla y alcanzar a la joven. Lo que más lo enfureció fue que, al intentar llamarla por segunda vez, ya no escuchó el tono de llamada: su contacto había dejado de estar activo.
—Así que ya te atreves a ignorarme, Alina… —susurró en voz baja, pero con una amenaza clara. Su mano derecha se cerró en un puño tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos.
La mente del hombre de mediana edad comenzó a llenarse de suposiciones oscuras. Alina nunca se había comportado así antes. Algo debía de haber ocurrido… o quizá la muchacha estaba jugando con su paciencia.
Con un movimiento rápido, volvió a tomar el teléfono y marcó un número.
—Ve a comprobar su apartamento —ordenó con frialdad—. Si está allí, dile que me llame de inmediato.
—Sí, señor Aaron. Cumpliré sus órdenes de inmediato —respondió la voz al otro lado, obediente y s