Aaron soltó el mentón de Alina y caminó con calma hacia la mesa del comedor.

—Tengo hambre —dijo mientras abría una botella de vino.

Alina se quedó de pie, mirando su espalda. Soltó un suspiro pesado. En realidad, no tenía ganas de atender a ese hombre mayor.

—Señor, este no es el momento adecuado para…

—He dicho que tengo hambre.

Su voz cambió, plana pero firme.

Alina respiró hondo y se dio la vuelta hacia la cocina.

Mientras colocaba los platos, su mente giraba a toda velocidad. Las palabras del señor Aaron sobre “el padre de Zack” seguían resonando en su cabeza.

Si Aaron realmente sabía la relación de Zack con Samuel, el juego era mucho más peligroso de lo que imaginaba.

El señor Aaron se sentó en la silla, recostándose mientras observaba el rostro de Alina.

—¿Cómo estuvo tu día de trabajo?

—Como siempre —respondió Alina con frialdad.

—¿Nada interesante? ¿Nada que debas contarme? ¿O tal vez alguien te coqueteó?

Alina se detuvo un instante.

—No, nada.

Aaron sonrió levemente.

—Te has