Llegamos a la casa de campo de Kael a las siete y media de la mañana. El sol estaba saliendo sobre las montañas, pintando el cielo de amarillo y naranja, pero la casa estaba oscura — ninguna luz encendida, ninguna señal de vida. Era una construcción de piedra negra, con tejado de paja y ventanas pequeñas, como si quisiera ocultarse del mundo.
“Señor, está demasiado tranquila”, dijo Marcus, mirando la casa con lupa. “Seguro que hay hombres ocultos.”
“Lo sé”, respondí. “Lina, ¿encontraste el refugio secreto?”
“Sí”, dijo ella, mirando su portátil. “Está en el sótano, con una entrada por el jardín trasero. Ese es el lugar donde probablemente tienen a Emilio.”
“Muy bien”, dije. “Plan: Marcus y sus hombres van por el frente — hacen ruido, atraen a los hombres de Kael. Elara y yo vamos por el jardín trasero — rescatamos a Emilio. Lina, tú te quedas en el coche con un hombre — te encargas de vigilar y avisarnos si hay movimiento.”
“No”, dijo Lina, con voz firme. “Yo voy contigo. Mi brazo no m