Un año después de la inauguración del Centro Ana, nuestra pequeña ya tenía un año y nueve meses. Caminaba con soltura, hablaba muchas palabras y era la niña más curiosa del mundo. Ese día era su primer día en la guardería — una guardería dentro del Centro Ana, que habíamos abierto para los niños de la comunidad.
“¿Lista para conocer tus nuevos amigos, Ana?” preguntó Elara, peinando los cabellos castaños de la niña. Ana llevaba un vestido de lunares amarillos y el collar de estrella de Sophia.
“¡Amigos!” dijo Ana, sonriendo. Lina cogió su mochila — con un dibujo de un perrito que Elara había hecho — y nos fuimos al centro.
Llegamos a la guardería y encontramos a Sophia, que estaba ayudando a las maestras a organizar los juguetes. “¡Hola, pequeña Ana!” dijo ella, abrazándola. “¿Lista para jugar?”
Ana asintió con entusiasmo y corrió hacia los otros niños, que estaban jugando con bloques. Lina y yo nos quedamos observando, con la emoción de los padres primerizos.
“Está tan grande”, dijo L