El día pasó demasiado rápido para Carlos. Todo el campamento estaba lleno de susurros sobre el trato con la Manada del Río Ruidoso — algunos lobos estaban de acuerdo, convencidos que era la única salida; otros, siguiendo a Garra, decían que era una trampa mortal.
Luna no se separó de él ni un instante. Zoe, la cría pequeña, le preguntaba todo el tiempo si iban a tener comida pronto, y Carlos le prometió que sí — aunque no estaba seguro de poder cumplirla. Bruno, el beta, se acercó a él al mediodía, cuando la sol estaba más fuerte.
"Tu valor ayer le hizo pensar a Tormenta," dijo Bruno, con su voz suave. "Ella sabe que Garra solo piensa en el poder, pero tú piensas en la manada. Eso cuenta mucho."
Carlos sonrió un poco, pero su mirada volvía al norte, hacia el puente de piedras donde se encontrarían esa noche. "¿Crees que Trueno es honesto?" preguntó.
Bruno se quedó en silencio por un momento. "No lo conozco bien," respondió. "Pero Fuego... vi en sus ojos que tiene miedo, igual que noso