Minerva mira con terror la falta de escena que se está presentando, y no porque le importe su esposo, jamás lo ha amado, sino porque está su hijo Leonardo, el cual ella trató de proteger mucho en la niñez, y también Alexander. Es una difícil situación para ella. —Hijo mío...— susurra con voz de súplica.
Leonardo sonríe maquiavélicamente y luego retira el arma sin dejar de mirar a su padre a los ojos. —¿Te asustaste, padre?— Su pregunta hace que Valentino se tense aún más, pero le devuelve la sonrisa.
—Serías incapaz de hacerme daño porque estás en deuda conmigo. Gracias a mí eres lo que eres. Pero ya que todo fue una broma pesada de tu parte, a la próxima esto me lo tomaré en serio, y la primera en morir será la insignificante de mi madre. ¿Estamos? No creo que tenga que estarlo repitiendo.
—Para nada. Pero si le vuelves a tocar un pelo a mi madre, yo te corto todos los dedos de las manos. ¿Estamos?— Sonríe, y su padre también.
Es claro que Alexander y Minerva saben que es una