—¿Qué te pasó, madre?— pregunta Alexander, evadiendo la orden de su padre.
—Hijo, obedece, por favor— suplica Minerva, quien sabe que su esposo es capaz de matar hasta a su propio hijo o a ella para darles una lección de obediencia—. Por favor— vuelve a suplicar antes de que su esposo pierda la paciencia y los hermanos toman asiento—. Sin embargo— no es necesario, mejor así: Leonardo está al borde de perder la cordura; esa necesidad, esas ganas de acabar con su padre es una sed que desea saciar.
—¿Qué tanto les duele?— Valentino mira a sus hijos con enojo—. Minerva es mi esposa, mi puta, y yo puedo hacer con ella lo que quiera. ¿Acaso no les he enseñado que una mujer solo existe para complacer?— Su pregunta hace que los hermanos Di Napoli empuñen sus manos.
Leonardo mira a su madre en silencio—. Ahora sí, hablemos de lo importante— saca una pequeña libreta de su blazer y luego su elegante bolígrafo—. ¿Qué estás esperando, Alexander, para tener hijos? Necesito más nietos, y si son