Sofía está destrozada, no puede dejar de pensar en Leonardo, no quiere aceptar que lo haya perdido, que los mellizos se hayan quedado sin padre. Se siente tan, pero tan mal, que no se haya cómo manejar la situación en este momento.
—Sofia, ven— Maggie extiende su mano para que Sofía se apoye y baje del helicóptero. Han llegado a casa del bosque
Mangano baja y se siente tan vacía que al sentir una mirada sobre ella, se guía por su instinto y son los niños quien la miran.
—vengan mis niños— ellos se separan de Minerva y corren a ella para abrazarla —aqui estoy yo, está la abuela, el tío, mi amiga Maggie, no están solitos, yo los amo mucho
—¿Y mi papito? Quiero verlo— Chiara se aferra al abrazo de Sofía
—seamos fuertes, todo va a estar bien— Sofía no sabe ni cómo hizo, pero los carga a ambos al mismo tiempo para entrarlos a la casa y es hermosa, una casa divina. Se siente hogareña aunque sea elegante.
—es hermoso aquí— Maggie quiere ponerle buena vibra, aunque todos estén tristes