La Luna Roja no era una simple fase lunar para nuestra manada. Era un símbolo de poder, de transformación, pero también de peligro. Esa noche, el cielo estaba teñido de un rojo profundo, una sangre cósmica que parecía advertirnos sobre la tormenta que se avecinaba.
Yo sabía que debía estar alerta.
Pero nunca imaginé que la noche me sorprendería tan brutalmente.
Había salido al bosque con la intención de despejar mi mente, caminar entre los árboles y sentir la conexión con la tierra bajo mis pies. La ceremonia del juramento de sangre todavía resonaba en mi cuerpo, y sentía cómo mi loba interior rugía con más fuerza.
—Solo un momento —me dije—, un instante para mí.
Pero el bosque bajo la Luna Roja no era un lugar seguro.
No para mí.
Avancé entre sombras alargadas, respirando con cuidado, sintiendo cada crujido de rama, cada susurro de viento.
De repente, un ruido seco detrás de mí.
Un movimiento rápido.
Un gruñido gutural.
Antes de reaccionar, sentí un golpe que me arrojó contra el suel