Pero antes de que pudiera terminar, Thor la sujetó del brazo, su mano firme como un grito silencioso.
— Vienes conmigo ahora —dijo entre dientes, arrastrándola ya hacia el coche.
Celina intentó resistirse, el corazón desbocado.
— ¡Suéltame, Thor! —protestó, intentando zafarse de la presión de su mano, que apretaba con más fuerza de la que él mismo imaginaba.
Gabriel dio un paso adelante.
— ¿No escuchaste lo que ella dijo? —su voz era firme, autoritaria, sin necesidad de alzar el tono.
Le agarró el brazo a Thor en un gesto de contención. Fue la chispa que encendió la mecha.
Thor, agotado, consumido por los celos y la preocupación, estalló. En un impulso ciego, su puño se cerró y se lanzó antes de que la razón pudiera detenerlo.
El golpe alcanzó a Gabriel de lleno.
El sonido seco del impacto resonó en el aire.
Gabriel tambaleó y cayó al suelo, llevándose la mano al rostro.
— ¡Gabriel! —gritó Celina, con el corazón disparado. Corrió hasta él y se arrodilló a su lado, desesperada.
— ¿Está