El mar se extendía en el horizonte oscuro, salpicado de luces distantes.
Y por primera vez en mucho tiempo, Celina se sintió como el propio mar: inmensa por fuera, pero en tormenta silenciosa por dentro.
El coche, ahora, se acercaba al lujoso hotel donde sería la cena.
Las luces doradas se reflejaban en la carrocería, las personas elegantes ya llegaban con trajes de gala.
Celina respiró hondo y soltó la piedra del collar.
Se obligó a recordar: Era fuerte.
Independiente.
No volvería a caer sin luchar.
Cuando Thor estacionó y se giró hacia ella sonriendo, Celina puso la sonrisa más perfecta que tenía.
Era hora de ponerse la máscara.
Era hora de representar, una vez más, a la mujer perfecta al lado del hombre perfecto.
Pero, por dentro…
Por dentro, su alma ya empezaba a sangrar.
Thor bajó del coche primero. Ajustó la chaqueta impecablemente alineada a su cuerpo atlético y rodeó el vehículo para abrir la puerta a Celina.
Ella salió del coche como una diosa caída del cielo — el vestido ver