Ella sonrió con timidez, pero sus ojos humedecidos revelaban la verdad.
—Tengo miedo. Pero… voy a lograrlo.
Felipe asintió, manteniendo la vista fija en la carretera.
—He estado contando los días para que salieras. ¿Pensaste en mi propuesta?
Ella tragó saliva y desvió la mirada hacia la ventana.
—Felipe… no soy la persona indicada para estar a tu lado. No estoy lista para una relación. Me aterra solo pensar en que un hombre me toque.
Él sonrió suavemente, sin prisa, sin presionar.
—Ya te he besado en la mejilla varias veces, he tomado tu mano… te he abrazado, y no sentiste miedo. Tengo paciencia, Isabela. Estaré contigo, haya o no una relación. Llevamos dos años hablando. Nos conocemos bien.
Ella suspiró, con el corazón dividido.
—Vas a encontrar una mujer hermosa, Felipe. Una mujer con la vida limpia. Yo no soy para ti… lo siento.
Él solo sonrió, con la serenidad de quien ya conoce la respuesta que guarda en el alma.
—Voy a repetírtelo: tengo paciencia.
Pasaron dos meses. Isabela se