Fue Zoe quien rompió el silencio primero.
—Amor… hoy fui al hospital —comenzó, manteniendo un tono sereno pero firme—. Hablé con Sabrina.
Arthur giró la cabeza hacia ella, sorprendido, aunque sin apartar del todo la vista de la carretera.
—¿Cómo que hablaste con Sabrina, Zoe?
—Entre nosotros no existen mentiras —respondió con calma—. Fui hasta allí y logré pasar por los policías con ayuda de Mariana.
Arthur soltó un suspiro pesado.
—Zoe… ¿tienes idea de lo que estás diciendo? Pudiste haberte metido en un problema serio.
Ella lo miró, con el rostro lleno de determinación, más que de arrepentimiento.
—Necesitaba hablar con ella, Arthur.
—¿Y ahora van a ser mejores amigas? —replicó él, con un leve toque sarcástico en la voz.
El ambiente dentro del coche se tensó.
—No, Arthur —dijo Zoe, firme, clavando la mirada en él—. Pero había cosas que necesitaba decirle… mirándola a los ojos. Y lo hice.
—Mariana merece ser despedida por negligencia —soltó él, irritado.
—No vas a hacer eso, Arthur. E