Dos días después, Thor había salido temprano para resolver algunos asuntos urgentes en la empresa.
El día parecía interminable. A pesar del cansancio y del peso evidente de su cuerpo, Celina había dejado todo en orden. Estaba decidida a sorprender a Thor esa noche. Las niñas pronto estarían en sus brazos —el embarazo ya avanzado no le permitía hacer grandes planes—, y ella sabía que esos momentos a solas, por más simples que fueran, pronto se volverían escasos.
Preparó una cena sencilla, pero llena de amor y ternura. Cada detalle de la cocina estaba impecable, aunque el punto principal de aquella escena era ella misma.
A las 19:14, el celular vibró sobre la encimera. Un mensaje de él:
“Amor, salgo de la empresa ahora. Llego en 30 minutos.”
Celina sonrió. Llevó la mano a su vientre redondo y lo acarició con dulzura.
—Papá ya viene, mis niñas… —susurró con ternura.
Respondió enseguida:
“Cuando llegues, sube y date una ducha. Te estaré esperando en la cocina.”
Al recibir el mensaje de Th