Zoe entró despacio en la habitación, con pasos leves, como quien camina sobre cristal. Se acercó a Celina, que dormía abrazada a él, encogida, como si ese contacto fuera lo único que la mantenía en pie.
—Amiga… —susurró Zoe, tocándole suavemente el hombro—. Celina… despierta, amiga… despierta.
Celina abrió los ojos despacio, como si saliera de un sueño en el que por fin estaba a salvo. Miró a Thor, besó suavemente su hombro, se incorporó con cuidado y se levantó de la cama. Zoe le tomó la mano, sonriendo con dulzura.
—¿Salimos un momento? Arthur te está esperando y necesita hablar contigo.
Afuera, Celina respiró hondo. El aire fresco del pasillo contrastaba con el torbellino de emociones que llevaba desde el día anterior.
—¿Cómo estás? —preguntó Arthur, con expresión preocupada.
—Bien… ahora que sé que Thor está fuera de peligro, creo que estoy bien —respondió Celina con una sonrisa débil—. Creo que dormí horas —dijo, tratando de ubicarse.
—Dormiste solo una hora —comentó Zoe.
—¿En se