Aquella tarde, Celina estaba sentada en el rincón más acogedor del salón de la cobertura, hojeando un libro, cuando su celular comenzó a sonar. Era Zoe. Con una sonrisa, contestó enseguida.
—¡Hola, amiga! Qué alegría oírte —dijo Celina, animada.
—¡Hola, poderosa mamá! Te llamo porque el poderoso jefecito me dio una misión especial. Me pidió que te acompañe al centro comercial. Vamos de compras, ¿qué te parece?
—¿Cómo así? —Celina rió, sorprendida.
—Hay una cena benéfica de última hora a la que irás con Thor y necesitas un vestido nuevo. Y yo también voy, con Arthur. Nos vamos a divertir, te lo aseguro.
—Ay, esas cenas suelen ser tan aburridas… —se quejó Celina.
—Ni lo digas, te va a encantar. Habrá alguien extremadamente divertida… yo misma. Ya salí de la oficina. Te veo en el centro comercial, ¿vale?
—Hecho, ¿no? No me queda alternativa… ¡Hasta ahora!
Un rato después, se encontraron frente a una boutique de lujo. Zoe abrazó a Celina con cariño y se inclinó para hablarle a la barriga.