Thor rodó hacia un lado y atrajo a Celina contra sí. Ella, con el vientre ya un poco más pronunciado, se recostó de lado apoyando la cabeza en su pecho sudoroso; ambos aún intentaban recuperar el aliento.
—Te extrañé tanto, amor —susurró ella, dibujando círculos perezosos con los dedos sobre el pecho de Thor.
—Yo también, mi amor. No tienes idea de cuánto —Thor besó la coronilla de su cabeza y sonrió, con los corazones todavía acelerados.
Permanecieron abrazados, todavía conectados, como si no quisieran que aquel instante terminara.
—Tenía tanto miedo de lastimarte —confesó Thor, aún jadeante, pasando los dedos por su cabello.
—Tú no me lastimas, amor —respondió ella, acariciando su pecho y sintiendo las pulsaciones firmes del corazón de Thor bajo su palma—. Lo que duele es cuando te alejas de mí. Yo te necesito entero, Thor. Con tus miedos, con tus dudas, con tus inseguridades. Te necesito como eres.
Thor apretó los ojos con fuerza, como si quisiera contener las lágrimas que amenazab