Celina y Zoe llegaron a la mansión entre risas y charlas animadas, cargando las bolsas como dos adolescentes que vuelven de una aventura inolvidable. El ambiente ligero y despreocupado contrastaba con el silencio de la casa. El sonido de los tacones de Celina resonaba sobre el mármol, mezclándose con el suave tintinear de las pulseras de Zoe.
Al cruzar el vestíbulo, Celina vio a Thor sentado en la amplia sala de estar, con un vaso de whisky en la mano y la mirada fija en algún punto, como si estuviera perdido en sus pensamientos. Al verlo, Celina esbozó una sonrisa cariñosa y se acercó.
—Hola, amor —dijo, inclinándose para darle un beso.
Thor recibió el gesto, pero mantuvo la expresión seria. Sus ojos la recorrieron lentamente antes de murmurar:
—¿Sabes qué hora es, Celina?
La pregunta, seca, cortó el aire ligero que aún flotaba alrededor de las dos amigas. Zoe, percibiendo la tensión, se despidió enseguida.
—Buenas noches, chicos. Yo me subo —dijo, caminando rápido hacia su habitació