La psicóloga respondió:
—Todo miedo tiene una raíz, Celina. Y vamos a trabajar para entender esas raíces. Pero hoy ya diste un gran paso: hablaste. Mostraste tu dolor, tu verdad. Eso es más de lo que mucha gente consigue hacer.
Celina parpadeó rápido para contener las lágrimas.
—Ya no sé cómo abrirme. Cómo confiar. Pero… cuando él me abrazó hoy… sentí… —vaciló—. Sentí que todavía hay algo ahí. Pero no sé cómo empezar. Qué decir.
La psicóloga sonrió con dulzura.
—A veces, el primer paso es simplemente estar presente. Quedarse. Escuchar. Decir lo que se siente, aunque dé miedo. El amor, Celina, también se reconstruye. Con cuidado, como quien vuelve a levantar sus cimientos después de una tormenta.
—¿Qué hago ahora? ¿Cómo hablo con él?
La psicóloga sonrió con serenidad.
—Empieza siendo honesta. Habla con el corazón. No necesitas tener todas las respuestas. Y él tampoco. Pero si hay respeto, afecto y verdad, el camino se construye.
—¿Y si él quiere alejarse?
—Entonces, Celina, sabrás que