Había pasado un mes desde que Celina aterrizó en suelo estadounidense. El cambio había sido radical, pero también liberador. Poco a poco, se adaptaba a la nueva rutina, a los nuevos escenarios que ahora formaban parte de su día a día. Cada mañana publicaba nuevos capítulos de su libro en la plataforma digital. Y cada día, la respuesta de los lectores era más cálida, más intensa, más apasionada.
Sus perfiles en las redes sociales estaban en plena ebullición. Después de mucha reflexión, Celina decidió invertir de manera más profesional en su carrera. Contrató a un especialista en redes para manejar su Instagram, Facebook y TikTok. Los resultados fueron inmediatos. El alcance explotó. Empezó a compartir el detrás de cámaras de la escritura, pequeños fragmentos de sus capítulos y frases que los lectores destacaban con emoción en los comentarios.
Pero no se quedó ahí. Celina comenzó a mostrar la vida detrás de la pantalla, con todos los encantos y contradicciones que la rutina de una escri