Celina permaneció unos minutos mirando la pantalla del móvil, indecisa. El mensaje de Gabriel aún brillaba en la pantalla: «¿Te apetece verme cantar hoy?». La invitación, sencilla y directa, hacía que su corazón latiera un poco más rápido. Sabía que estaba vulnerable, sensible, pero al mismo tiempo sentía que necesitaba respirar otros aires, vivir algo diferente al dolor que la había estado arrastrando.
Tatiana la sacó de sus ensoñaciones cuando entró en la habitación, con el pelo recogido en un moño suelto y vestida con un pijama de flores.
— Amiga, preparé un jugo y hay tostadas con mermelada. Ven a comer algo antes de dormir.
Celina levantó la vista y, un poco avergonzada, le mostró el celular a su amiga.
— Mira lo que me envió Gabriel.
Tatiana arqueó las cejas y leyó en voz alta, con una sonrisa maliciosa.
— «¿Te apetece verme cantar hoy?». —Miró a Celina y añadió—: Si es una persona de confianza, ¿por qué no? Adelante, amiga. Necesitas rehacer tu vida. Eres joven, guapa, in