Gabriel y Celina hablaron unos minutos. Él le preguntó si había dormido bien, cómo se sentía. Celina se sentía segura con él, aun con la distancia entre los dos. Había algo reconfortante en Gabriel, como si fuera un ancla en medio del caos.
Después de la llamada, Celina se dio otra ducha. Tenía una consulta más de control prenatal esa mañana. Optó por un vestido suelto, estampado con pequeñas margaritas. La tela ligera se movía a cada paso como si bailara. Recogió el pelo en un moño y salió.
En la clínica, la sala de espera estaba llena. Se sentó y sacó el móvil para pasar el tiempo. Observaba a las otras mujeres. Dos estaban acompañadas por sus parejas. Parejas que se hacían caricias, reían en voz baja, manos posadas sobre las barrigas, besos en la coronilla. Aquello la removió más de lo que quería admitir.
Sintió un nudo en la garganta. El corazón se le encogió y la tristeza amenazó con asomar, pero recordó la conversación de anoche con Gabriel. Sus palabras habían tocado hondo.
Res