Después de las presentaciones, la señora preguntó:
—¿Van a querer algo para la merienda? ¿Para la cena?
—Hoy no, doña Lucía. Mañana usted nos hace algo bien rico. Hoy es solo descanso, ¿está bien?
Ella sonrió y asintió, yéndose con su esposo.
Thor entró a la casa, Celina detrás de él. Subió las escaleras caminando por el pasillo y, sin siquiera mirarla, dijo:
—Te voy a mostrar el cuarto donde vas a dormir.
Celina se detuvo por un segundo. El peso de la frase cayó sobre sus hombros como una roca. No era el cuarto de ellos, era el cuarto de ella. El distanciamiento era claro. Su desprecio era palpable.
Y, más que nunca, sintió lo que era estar lejos de quien aún se ama.
Thor empujó la puerta del cuarto con suavidad. El espacio era amplio, ventilado, con una decoración que mezclaba lo rústico con lo acogedor. Entró primero y puso la maleta de Celina con cuidado sobre el sillón de cuero que estaba cerca de la ventana.
Sin voltearse completamente hacia ella, solo con el cuerpo incl