Thor subió despacio, cada paso resonando en el silencio de la casa. Cuando llegó frente a la puerta del cuarto, se detuvo por un instante. Respiró profundo y, con delicadeza, empujó la puerta, entrando.
Allá adentro, Celina estaba de pie, mirando por la ventana. El sonido suave de la puerta cerrándose hizo que se volteara lentamente.
Los ojos de ambos se encontraron.
Thor se quedó parado cerca de la puerta. Celina, al lado de la ventana. Ninguna palabra fue dicha. Aún no. Pero en ese silencio, había una tormenta de sentimientos.
La mirada de Thor estaba triste, cansada, quebrada. La de Celina, profundamente herida, pero llena de amor no dicho.
Las lágrimas comenzaron a rodar por sus ojos, sin que pudiera controlarlas. Un sollozo contenido escapó de su garganta, mientras solo lo miraba.
Durante dos minutos, se quedaron así.
Uno frente al otro.
Silenciosos.
Rotos.
Pero conectados por algo que ni siquiera el dolor logró apagar.
Thor rompió el silencio, la voz firme, pero sin ag