La noche cayó suave sobre la ciudad, filtrándose por las cortinas del departamento con una luz dorada y tranquila.
Luz estaba frente al espejo, cepillando su cabello con movimientos lentos. Su reflejo mostraba serenidad, aunque en el fondo del pecho el corazón aún le latía con fuerza después de aquella confesión.
Detrás de ella, Cristian la observaba desde la cama, recostado entre las almohadas. Llevaba una camiseta simple y una sonrisa que no lograba borrar. Cada movimiento de Luz, cada mechón que caía sobre su hombro, le parecía hipnótico.
—Te ves hermosa así… —dijo él, rompiendo el silencio.
Luz giró un poco, sonriendo apenas.
—Así… ¿cómo?
—Natural. Sin maquillaje, con el cabello suelto, tranquila… Es raro, pero nunca había sentido tanta paz solo mirando a alguien.
Ella bajó la mirada, intentando disimular el rubor.
—Deberías dormir, el médico dijo que necesitabas descanso.
—No puedo —susurró él—. Me distraes demasiado.
Zeus, echado en medio de la cama, levantó la cabeza justo en e