El piquetito... es solo un piquetito.
La oficina de Laura estaba hecha un caos adorable.
Ocho niñas hablaban todas al mismo tiempo, con los ojos grandes y las manos agitadas, mientras Anna intentaba mantener la calma detrás del escritorio.
—¡Tía Annaaaa! ¡El doctor Lucciano nos quiere pinchar! —gritó una de ellas, con dramatismo digno de telenovela.
—Sí, ¡y duele! —añadió otra, cruzándose de brazos.
—Nos quiere poner dos vacunas, tía, ¡dos! —dijo la más pequeña, mostrando dos deditos como si aquello fuera una tragedia sin precedentes.
Anna respiró hondo, conteniendo la risa.
—Niñas, escúchenme, es solo una vacuna. No es tan terrible, es solo un piquetito.
En ese momento, Isabella entró a la oficina, deteniéndose al ver el mar de niñas frente al escritorio.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó, y las ocho cabezas se giraron al unísono.
—¡El doctor Lucciano es malo! —dijeron todas juntas.
Isabella soltó una risita y se llevó una mano al rostro.
—Oh no… otra vez con el drama de las vacunas.
Unos segundos después apareció Luz, co